domingo, abril 15, 2018

Somos "bululús" de barrio




"De su dueño tal vez olvidada" cerró ayer en C.C. Pajarillos un puñado de actuaciones prácticamente seguidas, contando entre ellas con las dos funciones para niños ("¡Déjate de cuentos!") del anterior fin de semana -exitosas en número de chiquillos tanto abajo como arriba del escenario-.
Prácticamente todas fueron en teatros de Centros Cívicos, salvo la que hicimos en Campaspero -un teatro mágico con otro público mágico de los de pellizco al alma-.
Encantados, hablando de público, con el "nuestro" de los centros cívicos de los barrios de la ciudad. A veces criticado, denostado, por no parecerse -en las formas- al público del Lava, del Zorrilla o del Calderón, pero para nosotros el mejor respetable del mundo. Poeta Bululú nos sentimos muy orgullosos de sentirnos queridos, respetados y reconocidos en estos espacios populares, y de cuajar faena y salir a hombros siempre que vamos a ellos -en términos taurinos y dicho de manera metafórica-. Afortunadamente trabajamos para ellos, más que para programadores o jurados, de ser así, nos moriríamos de hambre -otra manera metafórica de hablar-.
Y si digo esto es en relación a una deliciosa anécdota ocurrida ayer. Tras el saludo al final de la representación, y como hago siempre, "vuelo" a vestirme de Ana y a despojarme del personaje que he representado, será una manía -como otras muchas que tengo-, pero no me gusta salir "disfrazada" a buscar el halago del público, prefiero que el halago, si lo merezco,  me busque a mí.  Hay gente que aguarda pacientemente hasta que reaparezco "vestida de yo", pero, lógicamente, otros se van yendo del teatro. Pues ayer el halago llegó por boca de la Conserje del Centro -un encanto de mujer, por cierto, igual que Juan, el técnico que nos correspondió-, quien nos trasladó las felicitaciones -y cosas bonitas que dijeron que nos dijera y que quedan para nosotros- que encarecidamente le rogaron muchas mujeres nos hiciese llegar en cuanto nos viese. Pues bien, uno de esos grupitos que nos halagaron en diferido, se habían trasladado desde La Rubia a Pajarillos para vernos. Cuando íbamos en marcha por la Calle la Cigüeña en nuestro coche bululero lleno de cachivaches, las de La Rubia debían de estar aún aguardando su autobús, nos reconocieron, nos saludaron con gestos, y nos aplaudieron desde la parada. Qué bonito.
Estos pequeños/grandes cariños de personas normales -y desconocidas- que te encuentras cuando vas al Carrefú, valen más que cualquier caché.

Las fotos son cortesía de Merche M Bejarano

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